Los refrescos, bebidas isotónicas, zumos envasados, los alimentos excesivamente azucarados, galletas, bollería industrial y alcohol son los principales 'continentes' de calorías vacías.
Alimentos como las frutas, verduras o lácteos contienen azúcares simples cuyo consumo está justificado porque además nos aportan minerales, vitaminas, fibra o proteínas. El problema surge cuando consumimos azúcares añadidos a determinados alimentos (mermelada, cacaos solubles, azúcar refinado...) que no nos proporcionan nutrientes apenas. Es entonces cuando consumimos calorías vacías. Lo recomendable sería que no constituyeran más del 10% de nuestra alimentación, pero lo cierto es que suponen en torno a un 40%, aumentando de forma importante el riesgo cardiovascular.
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