La polémica que se ha suscitado en las últimas semanas, a raíz de que la Organización de Consumidores y Usuarios de España (OCU) detectara carne de caballo en varias marcas de hamburguesas que se comercializan en nuestro país, (más tarde se ha encontrado en varios alimentos preparados y fuera de nuestras fronteras) se ha basado en premisas equivocadas.
El problema es el fraude que supone que un alimento cuya etiqueta dice que contiene determinados productos contenga otros. El que sea carne de caballo en sí puede suponer un rechazo cultural (a pesar de que la carne de caballo es nutritivamente muy aceptable) y por supuesto un riesgo si no cumple los requisitos sanitarios pertinentes.
La alarma que se ha creado con el fraude de la carne de caballo debería llevarnos a exigir un etiquetado nutricional obligatorio y un mayor control sobre los componentes de lo que comemos. Debemos ser los consumidores los que pidamos más información porque, en muchos casos, de ello depende nuestra salud.
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