El azúcar convencional, refinado o de mesa, ese que solemos utilizar, es sacarosa, un disacárido formado por fructosa y glucosa. Es a este tipo de azúcar al que se refiere hoy esta entrada, una sustancia que consumimos, como ya se indicó en otra ocasión, querámoslo o no, y de la que puede prescindirse sin que ello suponga un riesgo para la salud.
El azúcar no puede ser metabolizado por el intestino, lo que obliga a que el páncreas haga un trabajo extra generando insulina que sube y baja los niveles de glucosa en sangre, provocando 'picos' más o menos constantes.
Además el azúcar afecta negativamente a los riñones, corazón, sistema nervioso, hígado y sistema digestivo, descalcifica y supone un desgaste para el páncreas, como ya se ha observado.
La única 'ventaja' que nos proporciona es energía inmediata pero momentánea, una energía que es conveniente obtener de otras fuentes, como los azúcares de cadena larga o polisacáridos, que hacen que podamos utilizala durante mucho más tiempo.
¿Alternativas?, las hay. La stevia, que ya se ha mencionado en este blog, es una de ellas. Además melazas de cereales como el arroz, cebada o trigo o sirope de agave.
No hay comentarios:
Publicar un comentario