Confieso mi debilidad por el pan. Su olor, su textura, su sabor..., es una delicia para lo sentidos a la que, no solo no quiero, sino que no debo renunciar. Ni yo, ni prácticamente nadie.
Los cereales deben formar parte de cualquier dieta, aunque sea hipocalórica, aunque estemos sobrados de peso, a pesar de lo demonizados que están y pese a que haya quien sostenga que su aporte calórico es excesivo. De hecho, y aunque no todos los panes son iguales, dos rebanadas de pan de molde integral aportan unas 110 calorías, por poner un ejemplo.
El pan es una fuente de fibra excelente (por eso debe elegirse integral y, a ser posible, variar la composición de los cereales que lo integran. Hay vida más allá del trigo, buenos ejemplos son el centeno, la avena o la espelta). En caso de que debamos llevar una dieta hipocalórica lo idóneo es consumirlo en el desayuno y, en menor cantidad, en el almuerzo. Es un hidrato de carbono complejo que nos proporciona energía rápida y, aunque sea en baja proporción, también nos aporta proteínas de origen vegetal. A ello se suma que casi no tenga grasas.
La clave, una vez más, está en la moderación.
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