Denostados por su aporte calórico, prescindir de ellos supone renunciar a una fuente de salud de primer orden. Los frutos secos son, en casi un 50%, grasas insaturadas que ayudan a bajar los niveles de colesterol 'malo' y suben los del 'bueno'. A esto se suma que mantengan a raya el nivel de triglicéridos, lo que los convierte en alimentos cardioprotectores.
Los frutos secos contienen también antioxidantes (vitamina E y C especialmente), que intervienen combatiendo la acción negativa de los radicales libres, responsables de algunas enfermedades degenerativas así como del envejecimiento.
¿Por qué entonces hemos suprimido estos alimentos tan benéficos de nuestra dieta diaria? Es cierto que el aporte calórico es alto, pero, como en la mayoría de los casos, el secreto está en la cantidad. Cinco nueces al día, o diez almendras o avellanas (crudas o tostadas, eso sí, evitemos los fritos) proporcionan unos nutrientes de primer orden sin suponer un gran exceso, incluso en dietas de adelgazamiento.
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