lunes, 26 de noviembre de 2012

El temido efecto rebote o yoyó

adelgazar.net 
El temido efecto rebote o yoyó tras una dieta de adelgazamiento, por el que se recupera el peso perdido o incluso más, es evitable si acometemos un plan nutricional adecuado, con una dieta equilibrada, sin prisas y con asesoramiento profesional.
El efecto rebote se produce cuando los kilos se pierden con excesiva rapidez y, especialmente, cuando no se mantiene en el tiempo una dieta equilibrada. Lo habitual es que quien sufre el efecto rebote sea, en la mayoría de los casos, mujer (son las más interesadas en perder peso) que ha seguido muchas dietas de adelgazamiento y que pretende deshacerse de los kilos de más con rapidez.
Si partimos de la base de que lo fundamental en un plan de adelgazamiento es perder masa grasa conservando la masa muscular, entenderemos que las pérdidas rápidas son desaconsejables porque consiguen lo contrario.
Debemos tener en cuenta también que lo recomendable es quitarse entre medio y un kilo a la semana para que nuestro metabolismo vaya adaptándose al cambio.
El efecto yoyó tiene, además, otro efecto negativo: el sicológico, puesto que la sensación de fracaso al recuperar los kilos perdidos hace que tiremos la toalla y no apostemos por una mejor alimentación sostenida en el tiempo, que es, en definitiva, de lo que debería tratarse.

jueves, 15 de noviembre de 2012

No solo es lo que comes, sino cuándo lo comes

nutridieta.com
Una vez más los estudios científicos avalan que el momento en el que comemos determinados alimentos puede variar el efecto en lo que a ganancia de peso se refiere. Es decir, no engorda igual un bocadillo consumido en el desayuno que en la cena, por poner un ejemplo inequívoco.
Científicos de la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, han comprobado cómo variando el momento de la ingesta, el aumento de peso también cambiaba. El experimento se hizo con ratones a los que se les suministraba la misma cantidad de calorías pero en momentos distintos (en el caso de los ratones, que son animales de actividad nocturna, se les alimentaba más por el día).
En el caso de los humanos la experiencia demuestra que los alimentos con mayor aporte calórico (hidratos de carbono complejos especialmente y grasas) consumidos por la noche, provocan mayor grado de obesidad que si los incluyéramos en el desayuno, por ejemplo. El refranero, una vez más, acierta cuando recomienda desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo (con dos tentempiés: uno entre desayuno y almuerzo y otro entre almuerzo y cena).

martes, 6 de noviembre de 2012

Menopausia, alimentación y hábitos saludables

ensanluispotosi.com
Un elevado porcentaje de mujeres que entra en la menopausia ve con preocupación cómo aumenta su de peso  sin que sus hábitos hayan cambiado significativamente.
Los cambios hormonales que se producen en este periodo provocan que nuestro organismo produzca menos estrógenos y progesterona, lo que contribuye a que se almacene más grasa, especialmente en la zona abdominal, justamente donde supone mayor riesgo cardiovascular.
Lo cierto es que, sin comer más y sin cambiar las costumbres el peso aumenta, y la solución pasa, inexorablemente, por un cambio en ambas cuestiones.
Las mujeres menopáusicas que quieren perder peso o mantenerse si el que tienen es adecuado, deben aumentar su actividad física o empezar a moverse si no lo hacen habitualmente. Si no se practica ejercicio como norma lo idóneo es empezar caminando media hora diaria a buen ritmo para incrementar semanalmente el tiempo hasta llegar a una hora diaria.
Además hay que comer menos. Está claro que las calorías consumidas en caso de subir de peso son demasiadas, por lo que la ingesta debe bajar, especialmente en grasas (fuera lácteos enteros o semidesnatados y grasas animales), situando los hidratos de carbono complejos en los momentos adecuados (desayuno y almuerzo).


jueves, 1 de noviembre de 2012

Grasas trans: dónde están y cómo evitarlas

Las nocivas grasas trans son aceites grasos insaturados, sobre todo de origen vegetal, que se someten a un proceso físico-químico de hidrogenación parcial con el fin de que tengan un estado semisólido.
Foto: campodebenamayor.es
Resulta mucho más barato para la industria alimentaria utilizar este tipo de grasas que otras más saludables de origen vegetal, y, hasta hace poco, las consumíamos sin ser conscientes de los peligros que suponen para nuestra salud porque su uso era una costumbre extendida.
Margarinas, galletas, productos de bollería, palomitas o cotufas para microondas, pastelería industrial, caramelos y chucherías, snacks salados y dulces, helados, alimentos precocinados, salsas y gran parte de los productos que consumimos en locales de comida rápida son fuente importante de grasas trans. No todos, pero sí muchos, y comprobar el etiquetado nutricional y los ingredientes es la única forma que tenemos de saberlo. Son los que indican que contienen grasas parcialmente hidrogenadas los que tienen este producto.
Afortunadamente cada vez somos más conscientes de lo nocivo que es para nuestra salud el consumo de este tipo de grasas (aumento del colesterol 'malo' o LDL, aparición de arterosclerosis y sus consecuencias para la salud cardiaca), por lo que la industria alimentaria está viéndose obligada a sustituir las trans por otras grasas más saludables.
Consumir aceites vegetales crudos en lugar de margarinas, escoger bollería y galletas sin grasas parcialmente hidrogenadas o, mejor aún, hacerlas nosotros mismos, preparar sabrosas palomitas o cotufas caseras con aceite de oliva, evitar snacks 'prefabricados' preparándolos por nuestra cuenta y no abusar de la comida rápida son algunas fórmulas para evitar el consumo excesivo de las grasas trans.