La cultura alimenticia occidental sitúa la leche en un lugar predominante. Aunque tal hecho tiene sus defensores y sus detractores (incluso entre profesionales de la medicina y la nutrición), no pretendo con esta entrada incidir en la polémica, sino defender el que, a mi juicio, es el lácteo más beneficioso para nuestra salud: el yogur.
Este producto procedente de la leche (generalmente de vaca pero afortunadamente no en exclusiva), está sometido a un proceso de fermentación y es rico en proteínas de alto valor biológico, calcio de fácil asimilación, vitaminas del grupo B, así como vitamina A y D.
Para obtener yogur se añaden a la leche pasteurizada distintas bacterias que benefician nuestro intestino. Es al elevar su temperatura cuando se produce ese pequeño milagro que supone que la lactosa, ese azúcar que contiene la leche y que tantas intolerancias provoca, se convierta en benéfico ácido láctico y que las grasas y proteínas se predigieran. Todos los beneficios de la leche sin muchos de sus perjuicios, sin duda.
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