Es casi imposible librarse de ella. El azúcar añadido está en muchísimos alimentos y en la mayoría de ellos ni siquiera sospechamos de su existencia.
Un ejemplo: una lata de tomate frito de 300 gramos contiene cuatro cucharaditas de azúcar, una lata de refresco de cola nueve, los cereales de desayuno (incluso esos que se anuncian como ricos en fibra y especiales para dieta) están cargados de este producto, también yogures que se promocionan como 0% en materia grasa, los aperitivos para niños, el ketchup, pan de molde, mermeladas light, el maíz en lata... Lea los ingredientes del jamón de york o de cualquier embutido y, en la mayoría de los casos, encontrará azúcar. Por desgracia también con frecuencia no le dirán cuánta han añadido porque las normas de etiquetado en España siguen siendo laxas y poco exigentes con la industria alimentaria.
El azúcar añadido no tiene ningún valor nutricional, además no provoca sensación de saciedad y nos aporta únicamente calorías vacías, contribuye a la obesidad y puede provocar diabetes aunque no exista sobrepeso.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria recomienda un máximo de 50 gramos diarios de azúcar añadida para las mujeres y 70 para los hombres, pero estas cantidades se superan ampliamente si se consumen productos elaborados. El azúcar, como la sal añadida no es necesaria en nuestra dieta puesto que los alimentos que consumimos nos aportan lo necesario.