Las 'dietas milagro' que proliferan últimamente (aunque pocas son nuevas), suponen, además de en ocasiones un serio riesgo para la salud, un enorme aburrimiento para quienes las llevan a cabo. Limitar la ingesta de determinados alimentos durante un tiempo prolongado deriva, invariablemente, en una carencia nutricional y en un deseo por el manjar prohibido.
La clave para un cambio permanente en la forma de alimentarnos se basa, no en la limitación, sino en la sustitución y en la variedad. Incluso para aquellos que tengan sobrepeso y que requieran una ingesta calórica menor, es importante comer casi de todo. Hay pocas cosas que podemos y debemos erradicar de nuestra dieta: las grasas trans, los azúcares añadidos o la sal en exceso por ejemplo.
De resto el objetivo debe ser el equilibrio. La vida no es lineal y nos lleva, en algunas ocasiones, a un exceso gastronómico o a una salida de la dieta normal diaria. En esos casos lo apropiado es compensar. Si hemos sobrepasado la cantidad de hidratos de carbono complejos (pan, papas, pasta...) recomendable en una comida, lo lógico es no consumir más a lo largo del día o utilizar ese comodín estupendo del que disponemos en forma de ejercicio fisico.